¿Qué es la Onicofagia?
La onicofagia (del griego onyx, ‘uña’, y phagein, ‘comer’) es el hábito de morderse las uñas de los dedos de las manos. Se trata, si no puede controlarse, de una compulsión.
Dicho más técnicamente, la onicofagia es un síndrome psicológico relacionado con un trastorno obsesivo compulsivo. Este síndrome consiste en esa necesidad constante de morderse las uñas; en ocasiones no sólo se comen las uñas sino también la cutícula de la piel vecina, lo que llamamos los padrastros. La necesidad es tan grande que incluso se realiza aunque esto provoque problemas estéticos, sociales o de salud. La persona que padece onicofagia puede llegar al extremo de dejar la piel al descubierto y provocarse un deterioro estructural permanente.
Este hábito se da principalmente en niños y adolescentes, aunque los adultos también lo pueden presentar. Lo presentan un 30% de niños entre los siete y diez años, y puede llegar al 45% de los adolescentes. De estos, aproximadamente el 10% mantendrá el hábito en la edad adulta.
Los hijos de padres que sufren algún tipo de trastorno mental son más propensos a padecerla.
Con frecuencia se acompaña otros trastornos o conductas compulsivas, como la tricotilomania y tricofagia, consistente en arrancarse y comerse el cabello o la mucomanía, que consiste en comerse secreciones o mocos.
Onicofagia Infantil
Aunque las causas que lo desencadenan no están totalmente esclarecidas, sí se ha visto una relación con otros trastornos como el estrés, la ansiedad y el trastorno obsesivo compulsivo.
Este hábito suele ser uno de los comportamientos más difíciles de identificar y suele aparecer entre los tres y los seis años.
Se considera un mecanismo utilizado para reducir la ansiedad ante situaciones de estrés (ej. cambio de colegio, la llegada de un nuevo hermano o la muerte de un familiar), fatiga o aburrimiento. Por tanto, la onicofagia infantil en un principio no es una enfermedad, sino un mal hábito de origen nervioso.
No obstante, a veces este hábito se convierte en una manía que no se puede controlar, facilitando que se produzcan heridas, padrastros, verrugas, infecciones, inflamaciones y dolor. También puede provocar alteraciones en la dentición del niño, y mala oclusión de los dientes anteriores, pudiendo influir todo esto en su autoestima.
En estos casos claramente debemos actuar.
Podemos evitar todas estas complicaciones si se toman medidas desde el primer momento en que se observa al niño con este hábito. Entre las medidas a tomar se encuentran las siguientes:
- Averiguar cuál es la causa que produce la onicofagia, o si sólo se produce ante determinadas situaciones. De esta manera podremos modificar o eliminar el origen.
- No hay que regañar al niño, castigarlo, ni mucho menos hacerle sentir vergüenza de su comportamiento, ya que de esta forma sólo se aumentará su estrés y con ello la probabilidad de intensificar el hábito.
- Hay que explicarle las consecuencias de persistir con este hábito, sin alarmarle.
- Debemos poner de relevancia cuando se esté produciendo la onicofagia para que sea consciente de ello.
- Ser conscientes de que para lograr eliminar el hábito, hay que modificar el comportamiento del niño de forma paulatina.
Onicofagia grave
Cuando morderse las uñas conlleva únicamente consecuencias estéticas resultando por ejemplo en un aspecto descuidado hablamos de que la situación es leve.
No obstante, en casos más severos se desarrolla toda una serie de consecuencias físicas, emocionales y sociales.
Estas consecuencias son las siguientes:
1. A nivel físico:
– Uñas: el crecimiento de las uñas se modifica al alterarse el lecho ungueal (la carne de debajo). Se producen heridas en toda la uña, llegando a afectar no sólo la parte externa, sino también el surco ungueal y la cutícula. Las mordeduras crónicas pueden derivar en daños en el tejido circundante de las uñas y pueden provocar un gran malestar.

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La rotura de las uñas mediante el mordisqueo constante, las va rompiendo de forma no homogénea, deformando su crecimiento. En casos más agresivos, las hemorragias subungueales que se producen pueden llevar a la pérdida total de la uña.
– Deformación de las articulaciones de los dedos
– Dientes: Los dientes sufren un desgaste notable, mayormente en incisivos superiores e inferiores. Se desgasta el esmalte, los dientes se recortan y se agolpan, lo cual requerirá de un tratamiento de ortodoncia correctiva.
– Articulación temporo-mandibular: Para morderse las uñas en todo su perímetro, la mandíbula adopta posturas forzadas que afectan a su articulación, produciendo ruidos y dolor al morder.
– Encías: Las encías se ven agredidas por las uñas mordisqueadas, produciéndose lesiones que se terminan infectando (gingivitis).
– Infecciones: Este hábito favorece el desarrollo de todo tipo de infecciones, ya sean en la uña como en labios, encías y el aparato intestinal. Estas se producen al transmitirse el agente infeccioso de una zona a otro al generarse las heridas. Un ejemplo es la “paroniquia”, una infección bacteriana o micótica en la piel situada alrededor de las uñas que aparece hinchada y enrojecida pudiendo llegar a ser crónica.
2. A nivel psicológico:
Se generan sentimientos de vergüenza, frustración y/o culpa al verse la persona incapaz de controlar el impulso de morderse, en consecuencia, la autoestima se ve reducida, lo cual retroalimenta la ansiedad y nerviosismo que iniciaron el proceso.
3. A nivel social:
La persona con onicofagia tiende a avergonzarse de sus propias manos, al tener las uñas deterioradas e incluso infectadas. Por tanto, desarrollará conductas de evitación ante actividades que requieran de una exposición abierta de sus manos.
Por otra parte, la onicofagia no deja de ser un hábito socialmente inaceptable y antiestético, por lo que suelen ser juzgados de forma severa si es desagradable.
Tratamiento de la Onicofagia
No existe un tratamiento estándar para la onicofagia pero sí que existen algunas recomendaciones:
- Cuidar las uñas: limarlas y pintarlas de manera que nos alerte ante la conducta repetitiva.
- Aplicar un esmalte transparente y de sabor amargo a las uñas (normalmente benzoato de denatonio). De esta manera, el sabor tan desagradable desalienta el hábito de morderse las uñas y con el tiempo se reduce el comportamiento compulsivo.
- Retirar la mano de la boca en cuanto se percibe el deseo de morder y ocuparla en alguna otra cosa.
- Identificar las situaciones que inducen el comportamiento obsesivo e intentar neutralizar el estímulo.
- Otras técnicas como el control de estímulos, el uso de pulseras con mensajes recordatorios o los dispositivos de disuasión dental también se han utilizado en el tratamiento de la onicofagia
Además de estas recomendaciones es de utilidad acudir a un psicólogo para atacar el problema frontalmente.
Se puede abordar este problema mediante la aplicación de técnicas de terapia conductual. La más utilizada es la técnica de inversión del hábito, un procedimiento terapéutico que busca desaprender el hábito compulsivo de morderse las uñas y reemplazarlo por otra práctica más constructiva.
Además, el psicólogo nos ayudará a superar la ansiedad, u otros problemas, a mejorar la autoestima, y eliminar el sentimiento de culpa que el afecto pueda tener.