Nuevos tipos de adicciones. Cuando el trabajo se convierte en una adicción

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Si buscamos “trabajar” en el diccionario, nos saldrán muchas opciones del significado de este verbo, pero el problema se presenta cuando la persona que lo conjuga solo sabe hacer eso: trabajar. Desde hace unos cuantos años, se está hablando de nuevos tipos de adicciones, comportamientos adictivos, que no tienen que ver con las drogas o sustancias tóxicas, sino que tienen que ver con una conducta repetitiva que lleva al individuo que las padece, a un deterioro de su vida personal, familiar, así como sus actividades sociales y de ocio.

 

Con estas conductas se produce una activación del sistema de recompensa cerebral, que está implicado en el refuerzo comportamental y en la producción de recuerdos y su vinculación emocional. Esta activación es tan intensa que se descuidan las actividades normales, haciendo del trabajo su única recompensa en la vida.

El término adicción al trabajo se generó a finales de los años sesenta, para referirse a la obsesión de algunas personas por el trabajo, exceso que incluso llega a afectar a su salud física y mental (ansiedad, irritabilidad, estrés, problemas cardiovasculares…), además de provocar conflictos en las relaciones personales y familiares.

Hay que reconocer que el trabajo otorga a la persona el sentido de su identidad, influye en su autoestima y le da legitimación ante la familia y la sociedad. Reconocemos al trabajo en ese sentido de utilidad que nos aporta, el gusto por el desafío que nos da progresar y avanzar en nuestra profesión, esa pasión que solo despierta hacer lo que nos gusta; siempre y cuando todo esto tenga un límite y esté bajo un control.

Decimos esto porque, hay una fracción de trabajadores que lo llevan a cabo de forma muy intensa, patológica y compulsiva, lo cual tiene consecuencias negativas personales y hacia su entorno.

La dificultad que presenta este comportamiento es la gran aceptación que tiene en el mundo moderno el hecho de que una persona trabaje mucho. Pero ¿qué es mucho? Esa es la gran pregunta, en la cual aparece la discusión con los adictos al trabajo.

Seguramente, la respuesta no se puede situar en la cantidad, es decir, en definir un número de horas exactas y a partir a ahí, “es una adicción patológica”, y menos de esas horas “es normal”. La cuestión tiene que ver, más bien, con el efecto que lleva a su calidad de vida, y en la forma de cómo afecta a las relaciones sociofamiliares, estar esa cantidad de tiempo dedicado al trabajo y descuidando otras áreas, no menos importantes y necesarias para el equilibrio emocional del ser humano.

Intentando, quizás inconscientemente, alejarse, evitar, tapar problemas, situaciones o conflictos, que por tener la mente ocupada en una actividad bien reconocida socialmente, no quiere o no puede abordar. Una actividad que al adicto lo identifica, que hace que la gente lo reconozca y valore y que a él también le genera un supuesto bienestar emocional tan débil, que a la larga, le pasará factura.

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Los hombres son los más aquejados, pero los cambios culturales y sociales hacen que las mujeres no queden exentas de esta afección.

Y entonces, ¿por qué es preocupante esta conducta? Esencialmente, porque el adicto al trabajo no está necesariamente estresado. Su apego por el trabajo, que puede llegar al agotamiento,  es de hecho un miedo innato a la inactividad, al curso libre de los sentimientos dejado por el reposo, a los pensamientos, a las emociones que la ocupación contiene con eficacia “cuando trabajo, ya no pienso en nada”.

Si nos reconocemos con estos patrones de conducta (o nos suena de algún conocido), ¿qué podemos hacer para salir de ahí? El primer paso, como en todo, es identificar esta conducta, interiorizarla, modificar la manera de trabajar y su forma de afrontar los problemas, conflictos o emociones que en sí son las bases de ese comportamiento adictivo y patológico.

Se recomienda separar la vida privada de la laboral, dejar de contabilizar las horas de trabajo (que de forma errónea, se suele relacionar con eficacia y calidad), se recomienda requilibrar hacia otras áreas saludables y creativas como hacer deporte, el arte y las distracciones.

La familia cumple un papel fundamental en este cambio, como equipo de apoyo y compresión, ya que inicialmente puede despertarse en el adicto una sensación de culpa importante por estar “malgastando” el tiempo. Todos esos principios preceden de su educación y su historia, condicionados por un modo perfeccionista, de alta exigencia y con posible pensamiento masoquista que privilegia al trabajo y al sufrimiento como directriz existencial y proyecto de vida.

Puede ocurrir que intentado el cambio por nuestra propia voluntad, no lleguemos a lograrlo, ya que es duro y difícil, pero no imposible. En esos casos se recomienda solicitar ayuda profesional, que aborde el problema desde una perspectiva individualizada (cada caso es diferente) y que nos apoye en ese proceso de cambio hacia una mejor versión de nosotros mismos.

Si quieres más información, en IVANE podemos ayudarte.

ALEJANDRA GONZÁLEZ.- DIRECTORA TERAPÉUTICA DE IVANE ADICCIONES

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