Niños con altas capacidades intelectuales
Los conceptos superdotados, talentosos e inteligentes tienen un significado distinto en cada una de nuestras culturas. Por ello, no podríamos darles un significado único o universal a los niños con altas capacidades intelectuales.
Se podría decir que un niño con altas capacidades intelectuales destaca de manera sobresaliente sobre la media de la población y muestran una elevada capacidad de rendimiento en las áreas intelectual, creativa y/o artística.
Es decir, cuantitativa y cualitativamente, presenta características superiores a la mayoría de la población en todas las aptitudes significativamente.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que una persona es de alta capacidad intelectual cuando su CI (Coeficiente Intelectual) es igual o superior a 130.
Sin embargo, las pruebas de inteligencia no son exactos y hoy en día los especialistas en el diagnóstico de la Alta Capacidad no tienen en cuenta únicamente este dato, ya que no creen que exista un punto de corte igual para todos.
Por eso, valoran esta medida (el CI) como un indicador más, lo que provoca una evaluación multidimensional (no solo psicométrica), que considera otros indicadores cuantitativos y cualitativos como la creatividad, el estilo de aprendizaje, el desarrollo evolutivo y otras características propias de alta capacidad.
Características de niños con altas capacidades en su infancia
Hacia la edad de 12 o 18 meses, un niño con altas capacidades podría presentar signos de desarrollo del lenguaje, una edad muy temprana para comenzar a hablar.
Empiezan pronunciando muchas palabras y enseguida pueden mantener una conversación con vocabulario y léxico propio de fases muy posteriores.
En su infancia los niños con altas capacidades intelectuales aprenden a leer de forma autónoma, mucho antes de lo normal para su edad, o demuestran una memoria extraordinaria para lugares o sucesos.
También podemos encontramos con niños que aprenden a leer a la edad normal o que no destacan demasiado porque han aprendido a mimetizarse muy bien con su entorno, llegando, incluso, a parecer más torpes que sus compañeros.
Pueden ser niños tranquilos, introvertidos, con intereses diversos que les apasionarán durante meses hasta que encuentren otro tema que les resulte más interesante.
También pueden ser niños hiperactivos que necesitan cambiar de actividad con frecuencia para no aburrirse y que se convierten en la desesperación de padres y profesores.
Pueden ser niños con atención extraordinaria cuando algo les interesa, hasta el punto de que, a veces, puedes estar hablándoles mientras realizan una tarea, leyendo un libro o viendo un programa en televisión y, literalmente, pueden abstraerse hasta un punto en que no te oyen.
Pueden ser niños con problemas de atención graves para todo lo que no les interesa, convirtiéndose en los grandes despistados que no saben cuándo tienen un examen, que olvidan hacer sus deberes, que pierden sus libros o que parecen estar en otro mundo cuando un profesor explica algo que no está entre sus múltiples intereses.
Cuando socializan bien, pueden ser muy intensos, abrumando a sus compañeros de juegos, intentando dirigirlos y enfadándose si no les hacen caso.
Si ya han decidido no socializar porque el ambiente es hostil, o porque directamente no les entienden, se aíslan y pueden pasarse horas a solas o leyendo un libro, en lugar de jugar con sus compañeros en el patio o salir con sus amigos en la adolescencia.
Cuando existen antecedentes de problemas en las relaciones sociales, es muy frecuente que sean muy introvertidos, tímidos incluso, poco dados a las fiestas y reuniones sociales y excesivamente reservados y desconfiados en sus relaciones con los demás.
¿Cómo influyen las altas capacidades en la salud mental de un niño?
Algunas investigaciones consideran a las altas capacidades como un factor protector que facilitará que los niños puedan adaptarse a su entorno.
Sin embargo, otros estudios consideran las altas capacidades como una variable de riesgo a la hora de desarrollar psicopatologías.
Parece que el coeficiente intelectual no es suficiente para predecir la salud mental del niño, sino que influirán otros factores, como la familia, el contexto escolar, los rasgos de personalidad del niño, entre otros.
Los niños con altas capacidades tienden al perfeccionismo. Esto conlleva a que establezcan metas altas y exigentes.
En caso de no lograrlas, pueden caer en la autocrítica y desarrollar una baja autoestima, aumentando así el riesgo a sufrir síntomas ansiosos y depresivos.
Debido a la gran capacidad que manifiestan, es habitual que exista una enorme presión por parte de la familia y de la sociedad sobre ellos.
Dicha exigencia por ser excelentes en todas las áreas, pueden hacerla suya, pudiendo desarrollar rasgos obsesivos-compulsivos.
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Es común que se describan a sí mismos como diferentes, sintiendo que no encajan. Incluso aquellos niños con altas capacidades que están integrados en su grupo de iguales aseguran sentirse aislados. Esto supone un riesgo para su salud emocional.
Según estudios, un rango óptimo de inteligencia (CI=125-155), dentro del cual, el riesgo a sufrir problemas emocionales es menor y en el que los niños pueden poseer una autoestima buena y relaciones sociales satisfactorias.
Por encima de este rango, aumenta la probabilidad de sufrir dificultades socioemocionales. A partir de cierto nivel de inteligencia, resulta más complicado encontrar entornos sociales y escolares que satisfagan las necesidades de estos niños.
Así, los superdotados situados más a la derecha de la campana de Gauss, tendrán una mayor vulnerabilidad a padecer trastornos psicopatológicos.
En definitiva, es necesario que el entorno promueva las fortalezas y reconozca la existencia de variables que puedan suponer un factor de riesgo para la salud emocional de este colectivo.
Las niñas con altas capacidades son un grupo de riesgo a la hora de desarrollar trastornos psicopatológicos, especialmente trastornos de ansiedad y del estado de ánimo.
Debido a los estereotipos de género en nuestra sociedad, existe una falta de modelos femeninos fuertes. Se espera que las niñas sean menos competitivas y desarrollen más conductas prosociales.
Por este motivo y para no ser rechazadas por su grupo, tienden a ocultar sus potencialidades, incluso cometiendo errores a propósito. Las niñas con altas capacidades desarrollarán más conductas internalizantes, manifestando más comportamientos ansiosos, depresivos y somáticos.
En cambio, los chicos con altas capacidades mostrarán más conductas externalizantes, que incluyen comportamientos más agresivos, falta de atención y desobediencia.
Esto se debe a que, según las normas sociales, la tristeza es considerada como una emoción poco masculina, mientras que el enfado está más aceptado en los varones.
¿Cómo deben gestionar los padres y profesores a un niño con altas capacidades?
Lo primero que se les aconseja a los padres es que se informen y que se formen sobre las características y las necesidades especiales de sus hijos.
Si un niño con altas capacidades recibe la educación que necesita y dispone de un entorno adecuado, no tiene por qué desarrollar ningún problema psicológico y puede ser una persona realizada y con éxito, tanto en el mundo laboral como en su vida personal.
En cuanto a los maestros y profesores, su responsabilidad es poder detectar a estos niños para iniciar el proceso oficial de identificación y, desde ahí, que se tomen las medidas educativas necesarias, por ello el profesor debe estar adecuadamente formado.
Terapias psicológicas en niños con altas capacidades intelectuales
Cuando se abordan estas cuestiones desde la terapia psicológica, las personas con altas capacidades pueden aprender a aprovechar sus habilidades, gestionar los desafíos y vivir una vida plena y satisfactoria.
El primer paso es ayudar a estas personas a comprender y aceptar su condición.
Muchos niños con altas capacidades intelectuales no están seguros de por qué se sienten diferentes, por lo que pueden luchar contra estos sentimientos de aislamiento o desadaptación.
Estos niños urgen de apoyo para navegar en un mundo que a menudo ellos no comprenden, y que frecuentemente no aprecia plenamente sus habilidades únicas.
En terapia se puede proporcionar un espacio seguro para explorar estas inseguridades y ayudarles a entender su identidad validando sus experiencias y emociones, y fomentando un ambiente de aceptación y autoconocimiento.
El terapeuta puede enseñar estrategias de afrontamiento y habilidades sociales, así como fomentar un enfoque saludable hacia el logro y la autoestima.
En cuanto a su alta intensidad emocional, el terapeuta puede facilitar estrategias de regulación emocional adaptadas a su nivel de desarrollo, tales como técnicas de respiración, o el uso de la palabra para expresar y canalizar sus sentimientos.
Otro aspecto clave que la terapia puede abordar son a las relaciones sociales, tanto para comprender que cada persona es única y valiosa por su propia individualidad, como para mejorar las relaciones sociales con los iguales, facilitando estrategias para hacer amigos y evitar el aislamiento.
Por último, recalcar el importante papel que juega la familia y los terapeutas pueden trabajar con los padres para ayudarles a comprender mejor las necesidades emocionales de su hijo y proporcionarles estrategias para apoyarles en casa y que favorezcan el desarrollo de su potencial.
En conclusión, aunque los niños con altas capacidades pueden enfrentar desafíos emocionales significativos, con la ayuda y el apoyo adecuados, pueden aprender a manejar su intensidad emocional, a valorar su singularidad y a manejarse exitosamente en sus relaciones sociales.