Desde hace meses, el impacto de un opiáceo legal en los EE.UU. (entre ellos el fentanilo), está mostrando la peor cara del abuso de sustancias.
El fentanilo es un opiáceo sintético hasta 50 veces más potente que la heroína, empezó a recetarse de forma habitual hace unos cinco años de forma intensiva para los casos de enfermedades con dolor agudo y cáncer (y según dicen las malas lenguas, espoleado interesadamente por la industria farmacéutica). El resultado, un número elevadísimo de usuarios adictos que demandaban recetas una y otra vez, más allá de la evolución de sus síntomas o su patología dolorosa. Las alarmas se dispararon y recientemente las autoridades sanitarias de los EE.UU. empezaron a restringir la prescripción del fentanilo, pero el daño ya estaba hecho. Una legión de consumidores –adictos- se encontró con que les habían cortado el suministro de su particular soma, y sin otros recursos similares, muchos de ellos se echaron literalmente a las calles para o bien conseguirlo de forma clandestina, o bien directamente conseguir heroína como alternativa a los efectos indeseables del intenso síndrome de abstinencia que provoca.
Lo destacable de esta “epidemia” es que está alcanzando un elevado grado de impacto, y hasta las más altas autoridades de los EE.UU. claman contra los problemas provocados por el fentanilo y piden hacerles frente sin demora. Empezando por el propio presidente, Donald Trump, quien el pasado mes de agosto calificó la situación como “emergencia nacional”, afirmando que “en este país nunca había ocurrido nada como lo que ha pasado en los últimos cuatro o cinco años”.
Estas afirmaciones se referían a datos que admiten poca discusión: en el pasado 2016, unos 35.000 estadounidenses fallecieron por sobredosis de heroína, cuando el total de muertes por consumo de drogas (incluidos los opiáceos legales) se calcula que llegó a unos 60.000. Por lo tanto, más de la mitad de los fallecimientos por consumo de drogas el pasado año fue causado por la heroína. Y lo peor, es que se calcula que en 2017 el número de muertes puede ser mayor.
De hecho, según los datos oficiales, las drogas son la principal causa de muerte entre los estadounidenses menores de 50 años, por encima del cáncer, los accidentes de tráfico o las armas.
Pero Donald Trump no ha sido el único en hacerse eco de los problemas por la adicción a los opiáceos. Desde el ámbito de la economía, la propia presidenta de la Reserva Federal de los EEUU, Janet Yellen, declaró el pasado mes de julio en su comparecencia ante el Senado que uno de los factores que está influyendo en la baja tasa de participación en el mercado laboral de su país es debido a la crisis que sufre por la adicción a los opiáceos.
Al parecer, se está produciendo una situación de reducción de la demanda de empleo que los expertos atribuyen, entre otras causas, a los problemas de adicción a los opiáceos.
PROTEGEMOS LA SALUD MENTAL DE LOS TUYOS DESDE HACE 9 AÑOS
SESIONES PRESENCIALES Y TAMBIÉN ONLINE
Según explicó Yellen, por un lado los jóvenes que consumen desde edades tempranas abandonan los estudios y salen del mercado laboral, convirtiéndose en población sin posibilidades de encontrar trabajo o aspiraciones para ello. Por otra parte, añadió que otro factor que resta presencia activa en el mercado de trabajo son los trabajadores que caen en la adicción, pues acaban apartándose del mundo laboral. Y por último, apuntó a los efectos de las muertes por sobredosis, así como al alto índice de suicidios por depresiones. Todo ello son elementos relacionados con el abuso y dependencia de opiáceos que en la actualidad están golpeando con fuerza a los EEUU y que está mermando su capacidad laboral, como hemos visto.
Según la presidenta de la Fed, sus estadísticas reflejan que muchos jóvenes en edad de trabajar no participan de forma activa en el mercado laboral por el abuso de opiáceos y medicamentos con receta.
La muerte el pasado 23 de junio en Miami de un niño de 10 años por los efectos del fentanilo activó todas las alarmas en torno a la peligrosidad del opiáceo. No se sabe cómo el joven entró en contacto con la sustancia, pero los expertos advierten de que su potencial es tan elevado que solamente con tocarla u olerla puede causar problemas, hasta el punto de que los departamentos de policía alertan a los agentes sobre el peligro de entrar en contacto directo con la droga, y hasta se han reportado casos en los que perros policía enfermaron tras olerlo en redadas.
El uso de este opiáceo en Europa es todavía muy marginal, pero se ha encontrado como sustancia de corte de la heroína, para aumentar sus efectos.
Su tratamiento sigue las mismas pautas que un proceso de desintoxicación para la heroína y opiáceos, pero teniendo en cuenta que el superior potencial del fentanilo le confiere un mayor poder adictivo, y con ello una mayor dificultad para superar la adicción en quien la sufre.