Como seres humanos que somos, nuestras relaciones sociales son sumamente importantes. Cuando estos lazos afectivos se pierden por la muerte de nuestros seres queridos, se desencadena un estado afectivo al que conocemos como duelo.
El duelo es por mucho, uno de los acontecimientos más estresantes por los que el ser humano puede atravesar en la vida. La muerte, o el concepto de muerte es un tanto complejo, de la misma forma que es complejo abordarlo.
El abordaje del duelo es un proceso individual y depende de factores como la educación, aspectos emocionales, creencias religiosas, aspectos culturales y muy especialmente en la edad de quien lo vive.
En el mismo orden de ideas, tomando en cuenta que la edad es un factor importante en la superación del duelo, es importante recalcar que, durante los primeros años de vida, hasta los 3 o 4, existe una ignorancia respecto al significado de la muerte.
Por lo general los niños en estas edades suelen relacionarlo con algo que no es definitivo, tal como el hecho de estar dormido. Los niños entre 4 y 7 años relacionan la muerte con algo todavía reversible. Siendo ya a partir de los 8-10 años cuando la muerte se vuelve finalmente algo irreversible.
Tomando en cuenta esta información, es un poco más esclarecedor encontrar la manera adecuada de ayudar a superar el duelo del infante de acuerdo a su edad y al vínculo con el familiar o amigo fallecido (Ya sea humano o animal).
Factores que pueden hacer el duelo más complicado
Durante los primeros 5-6 e incluso 7 años el porcentaje de niños que tienen tendencia a llorar por un duelo o afectarse de manera profunda, es realmente más baja. Lo que usualmente suele ocurrir son sentimientos de confusión.
En realidad, durante los primeros años de vida, un niño no sabe o no ha llegado a entender los conocidos componentes básicos de la muerte:
- Es irreversible, es definitiva y permanente.
- Consiste en la ausencia total de las funciones vitales.
- Tiene universalidad, ya que nadie pude escapar de ella.
Sin embargo, si existen emociones y sentimientos, como mencionábamos anteriormente, principalmente confusión por lo ocurrido y es donde entran en juego temores o interrogantes en las que se pueden preguntar si fue su responsabilidad o culpa el fallecimiento, en caso de ser los padres quienes fallecen, se cuestionan quien los va a cuidar, así como cuestionarse si eso mismo les va a suceder a ellos.
Estos temores, así como la manera en la que un niño puede reaccionar al duelo, dependen en gran medida a los siguientes factores:
- Vivir en un ambiente inestable emocionalmente, con respecto a las figuras de cuidado del infante.
- Pérdida de la figuras materna o paterna antes de los 10 años.
- Una respuesta de elevada expresividad emocional por parte de alguno de los progenitores ante la notificación del fallecimiento.
- Falta de disciplina impuesta al niño o adolescente.
- Presencia del fallecimiento o el cuerpo del fallecido por causas traumáticas, especialmente si son los padres.
Estrategias para ayudar a superar el duelo en niños y adolescentes
En líneas generales y principalmente, se debe educar a todos los niños e hijos respecto a la muerte y lo que eso significa. Con la finalidad de hacer que se entienda como algo natural de la vida.
Antes del fallecimiento
Educar sin tabú, tanto en casa como en los colegios sería una de las primeras maneras ayudar a los niños y adolescentes ante los procesos de duelo que puedan sufrir en su vida.
La idea de un niño sobre la muerte deriva de sus tradiciones familiares y de su relación con otros niños. Comienza a preguntar cuando ven a un animal muerto y en ese momento hay que resolver todas sus dudas: hay que decirle que todos vamos a morir algún día, que es una ley de la naturaleza y que es natural sentir pesar y deseo de volver a ver a la persona fallecida.
Las respuestas ante el tema de la muerte tienen que ser simples y honestas.
Hay, por ejemplo, dos hechos que deben quedar claro para el niño: que el fallecido no regresará y que el cuerpo está sepultado o incinerado.
La importancia de la intervención psicológica en estos casos es avalada por las pruebas que existen de que los trastornos depresivos y los intentos de suicidio son más frecuentes en los adultos que vivieron durante su infancia esta pérdida.

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A este respecto, quizás la etapa más vulnerable esté entre los 10 y los 14 años. La pérdida de la madre suele ser más significativa y se asocia muchas veces con episodios en la vida adulta de agorafobia, ataques de pánico u otros trastornos de ansiedad.
Después del fallecimiento
El proceso de duelo y cómo afrontarlo una vez ha fallecido el ser querido, es importante explicar de manera gradual y con pocas palabras lo que ha ocurrido, respondiendo con honestidad cada una de las preguntas y dudas presentes.
Usar en la medida de lo posible el término Muerte sin que parezca algo fuera de este mundo. Y explicar que todo ser vivo en cualquier momento o llegado su momento, va a morir, usando un lenguaje adaptado y comprensible para la edad del infante.
Por lo general, la información que se le da al hijo, niño o adolescente suele ser tardía y suele realizarse de manera incorrecta. La noticia del fallecimiento debe proporcionarla uno de sus padres. Si esto no fueses posible, entonces debe elegirse a un familiar o algún conocido con el que el niño tenga un vínculo fuerte con responsabilidad y madurez para dar la noticia de manera adecuada.
Evitar en lo posible de decir mentiras o dar la noticia de manera mágica como si se tratase de una historia o cuento mágico. Es decir, evitar informar sobre la muerte o decir que el fallecido o fallecida se ha ido de viaje, o que se fue a trabajar lejos, ni mucho menos decir que se ha quedado dormido. La información debe suministrarse con tacto, pero sin recurrir a eufemismos.
Decir que el fallecido se ha ido de viaje puede a la larga relacionarse como un tipo de abandono, mientras que decir que se han quedado dormidos, simplemente puede desarrollar trastornos de sueño en el niño o adolescente.
La información que se dé al niño debe estar en consonancia con su edad y con su desarrollo madurativo y cognitivo. A su vez, se puede permitir al niño acudir al velatorio y formar parte del mismo, sólo si lo desean.
Una de las cosas más importantes aparte de la educación sobre la muerte, es el acompañamiento durante el proceso de duelo. Es aconsejable explicarles previamente cada situación en la que decidan participar y acompañarlos en aquello que quieran hacer.
Si deciden ver el cadáver es conveniente que lo hagan acompañados de una persona cercana que pueda contestar a las preguntas que planteen y a clarificar las dudas. Si no quieren ver el cadáver ni participar en los ritos funerarios, no se les debe obligar, en ese caso se deben evitar las situaciones de culpa.
Por otra parte, es fundamental permitir la expresión de emociones y sentimientos, así como una comunicación empática. Evitar disminuir lo que sienten o hacen, como callarlos al llorar o decir que no sirve de nada hacerlo.
Hablar del ser querido fallecido, no es producir sufrimiento en el niño, sino que le consuela y le ayuda a elaborar la pérdida. Hay que hablar de la persona fallecida con toda naturalidad.
Evitarles sentimientos de culpa es fundamental, puede ocurrir que el niño o adolescente asocie la muerte con algo que pudieron llegar a pensar o sentir en momento dado, creer que la muerte fue a causa de eso y generar algún sentimiento de culpabilidad.
Por ello se debe hablar y explicar con claridad y firmeza que la causa de muerte no tiene nada que ver con ellos ni tampoco es su culpa.
Es necesario mantenerse física y emocionalmente cerca de ellos, garantizarles el afecto y compartir con ellos el dolor. Los progenitores no deben esconder su dolor y es conveniente que muestren al niño su fragilidad y sus sentimientos y compartir con él su tristeza.
Finalmente, es crucial e importante tratar en la medida de los posible en retomar una vida más normal, retomar actividades que se realizaban antes, educar e ir al colegio, incluso comenzar a realizar actividades nuevas que le permitan al niño o adolescente continuar con la vida a pesar del fallecimiento y el duelo.
Por último, sin embargo, creeríamos que uno de los más importantes, recordar que siempre hay soporte psicológico, la terapias o sesiones con el psicólogo o el psicopedagogo suelen ser de gran ayuda en el tema del duelo, y no solo para ayudar a los más jóvenes, sino también para guiar y orientar a los más grandes en el proceso de lidiar con su propio duelo y con la manera adecuada de abordarlo con el niño o adolescente a cargo.