El dimorfismo sexual hace referencia a las variaciones en la fisionomía externa entre machos y hembras, y está presente en la mayoría de especies en mayor o menor grado.

Dimorfismo sexual y adicciones

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El dimorfismo sexual hace referencia a las variaciones en la fisionomía externa entre machos y hembras, y está presente en la mayoría de especies en mayor o menor grado.

Pero más allá de las diferencias fisiológicas, entre hombres y mujeres también se dan variaciones psicológicas. Muchas enfermedades afectan principalmente a varones mientras que otras afectan mayoritariamente a las mujeres.

Estas variaciones se dan por varios factores: genéticos, ambientales o a la interacción entre ambos. A raíz de dicha diferencia podemos preguntarnos si existen también diferencias entre hombres y mujeres a la hora de padecer un trastorno adictivo.

Para ello es importante entender que cuando se desarrolla un problema de adicción, hay una alteración en el procesamiento de las recompensas.

Dicho procesamiento es crucial para nuestra salud y bienestar. La alimentación, la reproducción o el juego social se encuentran entre una serie de comportamientos gratificantes. Estos comportamientos , los cuales representan experiencias agradables con altos valores de recompensa activando los mismos circuitos cerebrales que median en las adicciones, se conservan con mucha fuerza a través de la evolución y son esenciales para la supervivencia.

Desde el abordaje científico, cabe diferenciar dos ámbitos: cuando hablamos de machos y hembras, hacemos referencia a los estudios en investigación animal, y cuando hablamos de varones y mujeres nos referimos a la investigación con muestras de la especie humana.

Diversos estudios confirmaron que las recompensas naturales (comida, sexo) y no naturales (drogas de abuso) activan de manera diferente los cerebros masculinos y femeninos, y también que existe una diferencia significativa entre sexos en la capacidad de control del impulso relacionados con la recompensa. (Wertherill et al., 2014). Tanto en los animales como en el ser humano, se muestran diferencias a la hora de procesar la información, las experiencias y las emociones se perciben de diferentes maneras y se determinan conductualmente por diferentes necesidades.

Cuando hablamos de impulsividad, compulsividad, toma de decisiones y búsqueda de sensaciones también se encuentran diferencias. La impulsividad se caracteriza por la realización de conductas de riesgo e intentos de maximizar el placer, mientras que la compulsividad se caracteriza por la hipervigilancia, la evitación del daño y los comportamientos repetitivos en un intento de reducir el malestar para evitar posibles amenazas. Se han observado diferencias significativas entre varones y mujeres tanto en la prevalencia como en la severidad de los trastornos relacionados con la capacidad de control de los impulsos, incluyendo las adicciones (Mitchell & Potenza, 2015).

La impulsividad conductual se divide en dos componentes:

Acciones impulsivas ( dificultad para inhibir o controlar un comportamiento)

Elecciones impulsivas ( tendencia a preferir recompensas más pequeñas e inmediatas)

En ambos componentes se han encontrado diferencias significativas entre machos y hembras (Weafer & de Wit,2014) y también en la capacidad de controlar los impulsos con respecto a la ingesta de alimentos y los juegos de azar ( Tavares & Gentil,2007).

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Tanto en la toma de decisiones como la realización de conductas de riesgo, se encuentran también diferencias. Las conductas de riesgo se definen como la tendencia a realizar una acción con un alto potencial pero con un improbable resultado beneficioso sobre una alternativa menos rentable. Según diversos estudios las mujeres muestran menos conductas de riesgo y menores puntuaciones en la búsqueda de sensaciones nuevas (tendencia de la persona a buscar sensaciones variadas, novedosas e intensas).

los estudios epidemiólogicos evidencian que los hombres suelen emplear más psicoestimulantes y alcohol, además de mayores cantidades de cannabis.

Por otro lado los estudios epidemiólogicos evidencian que los hombres suelen emplear más psicoestimulantes y alcohol, además de mayores cantidades de cannabis. Sin embargo, mientras que los hombres tienen tasas más altas de consumo y abuso de cocaína, las mujeres presentan un perfil clínico más severo a pesar del menor consumo de drogas en términos de cantidad y duración que los hombres ( Greenfield et al., 2010), mientras que las mujeres parecen emplear más opiáceos a través del uso de analgésicos por prescripción (Lee & Ho , 2013).

Las diferencias sexuales tanto en el consumo, el “craiving” como en la recaída se pueden atribuir, al menos en parte, a las diferencias en la morfología y función del cerebro masculino y femenino, pero también a las hormonas gonadales secretadas a principio del desarrollo de los circuitos neuronales, programando respuestas conductuales a las hormonas en la adultez (MacLusky & Naftolin, 1981).

 

Alberto Manero. Psicólogo de IVANE SALUD.

Dra. Giovanna Legazpe. Psiquiatra de IVANE SALUD.

Unidad de Salud Mental y Psiquiatría Hospitalaria en Hospital Vithas Valencia al Mar.

Clínica de Desintoxicación y Patología Dual en Hospital Vithas Aguas Vivas.

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