Depresión Postparto, Baby Blues y Tristeza tras el alumbramiento

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Tras el parto, la mujer experimenta cambios adaptativos de mayor exigencia y responsabilidad. También aparecen cambios fisiológicos y hormonales para preparar a la lactancia. Además, es frecuente la presencia de cambios anímicos, normales en este estado. En otros casos puede aparecer la depresión postparto y baby blues, estados que requieren identificación y tratamiento médico y psicológico

Tras el parto la mujer queda expuesta a cambios fisiológicos a nivel hormonal, bioquímico y de adaptación del organismo para la futura lactancia. Además se suma el estrés añadido del esfuerzo del trabajo del parto, el cansancio y la recuperación post-anestesia en caso de cesárea. Todo ello está acompañado de una alta exigencia en el cuidado del recién nacido, la alegría propia del momento y la interacción familiar y social acompañante de un momento tan señalado.

En la mayoría de los casos, la parturienta logra pasar estos momentos con «días más o menos agobiantes», aunque en otros casos puede aparecer un estado depresivo de intensidad variable sobre todo si la mujer tiene factores de vulnerabilidad para padecer trastornos afectivos.

En este sentido, muchas madres primerizas sufren un breve cambio anímico de intensidad leve con ausencia de otra sintomatología clínica que supone un estado de adaptación transicional a la nueva exigencia desconocida por la mujer, cuyo síntoma más prominente y aislado es la labilidad emocional y que se denomina “tristeza posparto”. En estos casos, facilitando el proceso de adaptación, tanto físico como psíquico con una importante dosis de ayuda por familiares y soporte emocional externo es suficiente. Por lo tanto, este estado puede ser considerado como adaptativo, que aparece entre dos y cuatro días después del parto, dura un máximo de 2 semanas y desaparece de forma espontánea y sin secuelas.

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Otro estado anímico que puede aparecer y que es considerado como un síndrome completo aunque de intensidad menor es la alteración leve en el estado de ánimo de la madre puérpera (llamado comúnmente «baby blues»). Junto a la labilidad emocional y a la tristeza, aparecen otros síntomas como son la falta de concentración, ansiedad, inestabilidad del humor y llanto inconsolable. Si bien, este estado emocional posee correlato de trastorno, en la mayoría de veces remite «ad integrum» sin ningún tipo de tratamiento en un plazo de 2 a 4 semanas.

Pero en algunas ocasiones, algunas mujeres padecen un verdadero cuadro afectivo de intensidad moderada o grave que puede acompañarse de síntomas delirantes-alucinatorios y de rechazo al reciente estado de maternidad que se denomina «DEPRESIÓN POSTPARTO». La depresión postparto aparece en las primeras 12 semanas tras el alumbramiento, requiere un diagnóstico precoz, un tratamiento específico y una supervisión familiar. Los síntomas que se identifican son los siguientes: tristeza, sentimientos de culpa, desesperanza, minusvalía, alteración del sueño, disminución de apetito, enlentecimiento psicomotor, ideación recurrente de muerte, síntomas somáticos tales como —molestias digestivas, cefalea, cansancio- y ansiedad. Este estado clínico patológico, sí que necesita tratamiento. Los casos más grave de depresión postparto aparecen cuando sobre la clínica depresiva con síntomas de melancolía se suman síntomas psicóticos, es decir, alteraciones sensoperceptivas en forma de pseudoalucinaciones auditivas o clínica delirante en los que la persona que los padece está fuera de realidad y puede presentar conductas de riesgo hacia sí misma o hacia el recién nacido.

Estudios demuestran que los meses después del parto suponen una vulnerabilidad añadida a padecer diversos trastornos mentales, siendo los más prevalentes el trastorno de ansiedad y el trastorno afectivo unipolar o bipolar. Algunos estudios sugieren que las mujeres que padecen depresión postparto, a menudo han presentado antecedentes depresivos previamente, presentan antecedentes familiares de trastorno mental y en caso de presentar un cuadro psiquiátrico durante este periodo puede suponer un factor predictor y de vulnerabilidad a futuro para la aparición de estados maniformes o estados del espectro bipolar o ciclotimia.

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