Las consecuencias más destacables del consumo de sustancias a nivel interno suelen ser el desarrollo de tolerancia, dependencia y síndrome de abstinencia. La tolerancia responde a un mecanismo de adaptación del organismo, que ante una sustancia tóxica, dañina para el mismo, aprende a anular parte de los efectos para minimizar su impacto. Sin embargo, el consumidor suele interpretar equívocamente este hecho, pensando que se ha hecho fuerte y puede consumir más sin tener problemas, con lo que la frecuencia y la intensidad del consumo pueden aumentar, y con ello la probabilidad de desarrollar una adicción si existe una vulnerabilidad o predisposición en el individuo.
Cuando se establece una dependencia, no es solo el organismo el que adopta un papel activo en el control del consumo: también la mente se implica en este proceso, creando un sistema de pensamientos tramposos y irracionales marcados por el autoengaño, que más allá de la “necesidad” del cuerpo por consumir, crean y recrean imágenes, recuerdos, creencias, ideas… enfocadas a buscar nuevos consumos. En este caso el cerebro emocional y de recompensa está en jaque y nos juega una mala pasada, generando incluso una mayor necesidad de consumo que las necesidades puramente biológicas de la abstinencia y tolerancia.
Podríamos explicar de una forma simple la diferencia entre adicción física y adicción psicológica del siguiente modo:
- Adicción física es cuando el cuerpo nos pide la droga a pesar de que nosotros no queremos o tenemos claro que volver a consumir sería un desastre.
- Adicción psicológica es cuando el cuerpo no nos pide nada, pero nosotros pensamos que nos iría mejor si nos tomamos algo (por ejemplo, alcohol para relacionarse, cannabis para desconectar, cocaína para mantenerse más tiempo activo…).
Esta diferenciación es muy importante de cara al tratamiento para dejar las drogas, y especialmente para mantenerse totalmente abstinente y sin volver a consumir, ya que por norma general, la adicción física suele desaparecer en unas semanas (dependiendo del tipo de consumo, años consumiendo, u otras variables). Sin embargo, la dependencia psicológica es mucho más persistente, requiere mucho más trabajo para ser puesta bajo control y supone un riesgo muy alto en las recaídas. En definitiva, se trata de un sistema de creencias que apoyan el consumo, que se han visto reafirmadas durante mucho tiempo mientras se ha consumido y que no cambian fácilmente. Al menos, como cualquier sistema de pensamiento, los cambios son lentos y requieren de un mínimo de tiempo para se produzca una verdadera transformación de la persona en el que se abandone el personaje de la adicción.
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Si no se trabaja en profundidad la dependencia psicológica, los logros de una desintoxicación se volverán frágiles, puesto que las ideas y pensamientos del consumidor se dirigirán nuevamente sobre el consumo a la mínima oportunidad. Bien porque la persona se encuentre más triste o mas eufórica, bien porque esté aburrida o con multitud de planes, bien porque se sienta mal consigo misma o con la gente que está alrededor… al final, cualquier situación cotidiana que todas las personas debemos aceptar, tolerar y tomar decisiones llegado el caso, se convierten en autenticas trampas que empujan al consumo de alcohol, cocaína, cannabis, heroína, psicofármacos o adicciones comportamentales como la ludopatía, con la única finalidad de tapar un malestar a costa de una lenta y progresiva autodestrucción.
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