La asociación de depresión y alcoholismo suele ser frecuente en los pacientes que solicitan ayuda a profesionales expertos en salud mental y adicciones y confiere una mayor gravedad en el conjunto global de la enfermedad identificada.
Según estudios recientes, el riesgo de muerte por suicidio en una persona que sufre alcoholismo se multiplica casi por 10, respecto a la población general, y se incrementa al aumentar la edad entre los 20 y 50 años.
El alcohol puede considerarse un elemento de riesgo en el comportamiento suicida, puesto que en el 30% de las muertes -por esta causa- hay un trastorno por consumo de alcohol y se ha constatado que, aproximadamente, en el 45% de los suicidios consumados se objetiva la presencia en plasma de alcohol en el examen toxicológico de la autopsia.
Al hablar de suicidio y alcoholismo, los estudios ponen de manifiesto que los suicidas alcohólicos mayores de 50 años presentan mayor prevalencia de problemas médicos graves, letalidad en la tentativa suicida y de trastornos afectivos que personas alcohólicas más jóvenes. Por este motivo, según afirma el Dr. Augusto Zafra, director del centro de desintoxicación IVANE, en el Hospital Vithas Aguas Vivas, “es importante que conforme la adicción se instaura en la persona y se mantiene en el tiempo, al cumplir años, exista un aumento del riesgo en presentar un trastorno depresivo y de realizar un acto suicida”.
En este sentido, el Dr. Humberto Ortiz, médico psiquiatra de IVANE, apunta que «es de vital importancia conocer los datos estadísticos de gravedad general cuando un paciente presenta un problema de adicción. La edad del paciente, la presencia de enfermedad física, la conciencia de problema y la existencia de apoyo familiar son datos fundamentales en los que se sustenta la evolución y el pronóstico del paciente».
Siguiendo con el tándem alcohol suicidio y, según señala el Dr. Zafra, dentro de los factores que pueden influir para que una persona contemple este fatídico final como una posibilidad de solucionar un estado de intenso sufrimiento interno o desesperación, suelen encontrarse:
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- Mujeres con edad superior a los 35 años y varones mayores de 40 años.
- Situación de soledad reciente (muerte de un ser querido, viudedad, separación o divorcio)
- Aislamiento social o ausencia de red familiar
- Problemas percibidos como insuperables y presencia de un fin de ciclo no esperado (pérdidas económicas reciente; pérdida de estatus social; litigio que atenta sobre el prestigio; pérdida de empleo)
- Historia previa de intentos de suicidio
- Enfermedades físicas de carácter crónico, mal control de los síntomas de dolor en caso de existir o presencia de enfermedades terminales
- Patología psíquica grave actual o pasada en la persona o en la familia: depresión endógena, trastorno bipolar o esquizofrenia…
- Antecedentes personales o familiares de abuso de drogas o alcoholismo. Con mayor peso en el caso de existir consumo activo
- Presencia de instrumentalismos o indicios que tienen efecto sumatorio de la posibilidad de realizar un acto: persona que habla de la muerte (es el llamado “coqueteo del suicida”); fantasías de solución; plan suicida estructurado y instrumentos lesivos para cometer el acto; conductas de despedida y de arreglar asuntos pendientes (se despide de allegados, regala objetos preciados, pone al día sus deudas económicas y morales; hace un testamento reciente, contrata seguros favoreciendo a descendientes o familiares, elabora una nota de despedida).
De estos nueve factores, tres de ellos corresponden a situaciones ambientales o extrínsecos y seis a actores intrínsecos o personales. Por ello, la propia persona debe encontrar mecanismos y responsabilizarse de dirigir la vida para minimizar el impacto de sus decisiones y comportamientos, y en consecuencia disminuir la carga suicida.
Según Zafra, tres aspectos importantes y sencillos de aplicar serían:
- Saber rodearse de una red familiar y social protectora
- Adquirir un compromiso personal con un proyecto vital congruente con expectativas honestas y reales
- Aceptar la ayuda de profesionales durante periodos de tiempo concretos para minimizar el impacto de la enfermedad física o psíquica
Junto a estos datos, el Dr. Miguel Ángel Harto, también médico psiquiatra de IVANE, puntualiza que «cualquier paciente que acude por primera vez a valoración por un problema de adicción, necesita una evaluación psiquiátrica y psicológica que sirva para encuadrar si además existen síntomas psiquiátricos de otra índole, ya que es necesario realizar una primera orientación diagnóstica y decidir el abordaje terapéutico más eficaz desde los inicios, que generalmente requiere un proceso de desintoxicación a nivel ambulatorio o en centro de desintoxicación».
Según el Dr. Harto, es vital conocer si el paciente sufre patología dual. Éste es un término que sirve para identificar a personas en las que coexisten de forma secuencial o simultánea, con mayor o menor intensidad, un trastorno psiquiátrico identificable, junto con un trastorno por consumo o abuso de alcohol, drogas (cocaína, heroína, cannabis o anfetaminas) o fármacos (derivados mórficos o sedantes).
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