El consumo de cannabinoides sintéticos se multiplica entre aquellos jóvenes que promete ser “natural”, “legal” e indetectable en los análisis toxicológicos.

La realidad de los cannabinoides sintéticos o «Spice»

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La realidad de los cannabinoides sintéticos o «Spice»

Cada vez con mayor frecuencia, encontramos en los medios casos directamente relacionados con lo que se conoce como “drogas emergentes” o “nuevas drogas psicoactivas”, términos que hacen referencia a sustancias tóxicas que, pese a no estar reguladas por las convenciones internacionales, suponen un riesgo o amenaza para la salud pública.

Si bien la enorme cantidad de sustancias disponibles y su rápida evolución imposibilita una clasificación exhaustiva, se consideran habitualmente 7 categorías principales: cannabinoides sintéticos, catinonas sintéticas, ketamina y drogas relacionadas con la fenciclidina, fenetilaminas, piperazinas, triptaminas y otras sustancias. Entre las más consumidas en España encontramos, en ambos sexos, las setas mágicas, la ketamina y los cannabinoides sintéticos o spice.

Entre las complicaciones más frecuentes asociadas al consumo de cannabinoides sintéticos se encuentran la sedación, taquicardias, hipertensión arterial, agitación o inhibición psicomotriz, delirios, alucinaciones o episodios de auto o heteroagresividad.

Concretamente, el consumo de cannabinoides sintéticos se multiplica en los últimos años sobretodo entre aquellos jóvenes que buscan efectos similares al cannabis en una sustancia que promete ser “natural”, “legal” e indetectable en los análisis toxicológicos. Si bien estas sustancias comenzaron a desarrollarse ya en los años 60, no es hasta 2006 cuando se detecta una recomercialización generalizada, sobretodo a través de internet y distribuidores locales y en forma de inciensos aromáticos o ambientadores.

Bajo el epónimo de “spice”o “especias” se esconde una mezcla variable de productos vegetales, algunos con efectos psicoactivos como la rosa canina, una cantidad variable de vitamina E, que se piensa que actuaría enmascarando el resto de componentes de cara a los análisis y controles aduaneros y, sobretodo, cannabinoides sintéticos, que habitualmente son mezclados con disolventes y pulverizados sobre las hierbas y que serían los principales responsables de sus efectos psicoactivos. Aunque entre ellos podemos encontrar estructuras químicas diversas, estas moléculas comparten algunas características como su pequeño tamaño, su capacidad lipofílica y, sobretodo, una alta afinidad por receptores cannabinoides. Concretamente, y en comparación con el THC, que sería un agonista parcial, estas sustancias van a presentar un agonismo total CB1 y CB2, con una afinidad hasta 8-10 veces mayor y una mayor adherencia al receptor.

A nivel clínico, esto se va a traducir, por un lado, en una mayor potencia, con una mayor facilidad para alcanzar efectos con dosis menores pero también en un mayor riesgo de efectos secundarios graves derivados de su consumo. Entre las complicaciones más frecuentes asociadas al consumo de cannabinoides sintéticos se encuentran la sedación, taquicardias, hipertensión arterial, agitación o inhibición psicomotriz, delirios, alucinaciones o episodios de auto o heteroagresividad. Aunque las causas todavía no han sido aclaradas, se han notificado también en EEUU varios casos de fallecimiento que parecen estar relacionados con metabolitos intermedios cuya acumulación conduciría a un fallo hepático fulminante.

Entre los factores que podrían estar precipitando su consumo, especialmente entre la población más joven, estarían su falta de regulación legal, una falsa percepción de inocuidad (posiblemente por ser estas sustancias ofertadas con frecuencia como alternativas “puras” o “naturales”) y, sobretodo, una creciente accesibilidad o disponibilidad tanto en los propios ambientes de ocio como a través de internet.

En definitiva, estamos asistiendo en los últimos años a un mayor consumo de estas nuevas sustancias psicoactivas cuya composición y potencia desconocemos y que, por tanto, poseen un riesgo potencial de efectos adversos graves y de difícil manejo. Esto supone un problema no solo para el consumidor sino también para los clínicos, obligados a conocer las tendencias actuales en el consumo de tóxicos y a promover el desarrollo de nuevas técnicas de detección que puedan ayudarnos en el la prevención y manejo de este tipo de pacientes.

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Dra. Elisa Ibáñez. Psiquiatra de IVANE SALUD.

Clara Díez. Psicóloga de IVANE SALUD.

Unidad de Salud Mental y Psiquiatría Hospitalaria en Hospital Vithas Valencia al Mar.

Clínica de Desintoxicación y Patología Dual en Hospital Vithas Aguas Vivas.

 

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