Entrevista al Dr. Augusto Zafra, psiquiatra y director de IVANE, el alcohol y los menores.
¿Cree que el consumo de alcohol en menores es un problema de la sociedad española?
La edad media en el inicio de consumo de alcohol en España es de 13,8 años, una de las más bajas de Europa, lo cual significa que muchos de nuestros jóvenes empiezan a beber a los 11 o 12 años de edad, siendo un colectivo más vulnerable a nivel biológico porque el cerebro está en pleno neurodesarrollo, y a su vez el preadolescente se sitúa en una etapa de aprendizaje, conformación de su futuras dimensiones de carácter e interiorización de mecanismos y habilidades de como se va a relacionar con el mundo y con el resto de personas. Por ello, los jóvenes a estas edades no están con las mismas herramientas neuroadaptativas que el adulto para una percepción de daño respecto al consumo de alcohol u otras drogas. Concretamente, al referirnos al alcohol, existe una cultura mediterránea muy arraigada respecto a la permisividad de su abuso/consumo. La disponibilidad, la inmediatez y la facilidad de acceso al alcohol a pesar de las legislación actual en España es un factor más a añadir y que sin duda vigentes favorece este consumo en menores.
¿La sociedad española penaliza el consumo de alcohol en menores, o no es un tema que tengamos muy presente?
A pesar de que las autoridades sancionan en contadas ocasiones las conductas de los menores, y deben mostrar un papel más activo en las zonas y lugares identificados de riesgo donde puede existir un consumo de alcohol de menores, las medidas de actuación eficientes y mantenidas en el tiempo vendría de invertir en programas de promoción de la salud y de prevención en los entornos escolares en los que participen conjuntamente y coordinadamente tanto los profesionales de la salud, como profesores, fuerza de seguridad y familias junto a los jóvenes con el objetivo de conseguir una mayor sensibilización con las enfermedades adictivas y sus consecuencias tanto medicas, como psicológicas, sociales y funcionales.
¿Puede que los anuncios televisivos y el marketing inciten al consumo en los niños y adolescentes, al transmitirles una imagen «no tan negativa» del alcohol?
El condicionamiento cerebral respecto a los estímulos visuales y auditivos que pueden generar los anuncios televisivos y el marketing son muy poderosos. La línea que separa el mensaje del consumo de alcohol responsable, la tentación a beber, la incitación a repetir el consumo, el abuso en la toma de alcohol y el mensaje de éxito del que se acompaña es delgada, frágil y esta sometida a una alta subjetividad y muchas veces a intereses alejados de una vida saludable y que distan de la realidad o el efecto que provoca las bebidas alcohólicas en las personas.
Por otro lado, se puede entrar en el discurso de las libertades vs demonización de la elección de la persona a beber alcohol. Inevitablemente mi opinión como médico va estar ligado a la prevención y la mínima interferencia en el menor de edad y a sus condiciones particulares de la etapa de mayor vulnerabilidad en la que la aparición de un alcoholismo puede generar consecuencias a largo plazo y muchas de ellas de difícil reversión.
¿Qué consecuencias tiene el alcohol en el cuerpo de un menor?
Aunque parezca paradójico, parte de la escasa asunción del peligro de sustancias como el alcohol y el cannabis en los más jóvenes viene precedida de tres factores, por un lado la popularidad y la fácil adquisición por parte del menor; por otro la percepción de bajo daño médico a nivel individual que genera en los inicios del consumo cuando todavía existe un cierto control respecto al momento y la decisión de beber con consumir la droga; y el tercero es la valor de pseudosociabiliazación otorgado a la bebida en el grupo
Inevitablemente, las consecuencias puramente orgánicas pueden pasar desapercibidas durante un largo periodo de tiempo, aunque las consecuencias psíquicas tales como la impulsividad, la apatía, estados de ansiedad o las alteraciones comportamentales torpedean la convivencia familiar, la forma de relacionarse a nivel social y los resultados académicos.
¿Y en la mente y el cerebro? ¿Puede influir en las neuronas y en la capacidad de aprendizaje?
El cerebro de los menores está en pleno neurodesarrollo, ya de por sí influenciado por la propia genética individual y los diferentes estímulos emocionales, de aprendizaje y sociales que son captados por los sentidos durante las 24 horas del día.
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Imaginen como debe ser la arquitectura y el funcionamiento del órgano más complejo que existe en la naturaleza. La energía que debe consumir, llena de millones de conexiones, miles de neurotransmisores y con una incesante actividad bioeléctrica de milisegundos capaz de mantener, no sólo un cuerpo vivo, sino capaz de darnos la diferencia de especie que somos dentro de la familia de los mamíferos evolucionados, donde la capacidad de andar erguidos y poder desarrollar un lenguaje simbólico suponen hitos madurativos adquiridos a edades muy tempranas tras el nacimiento.
Pues bien, ahora imaginen artefactar esa fina maquinaria cerebral, con sustancias ajenas cuerpo humano que van directamente a cerebro y que le someten a un estrés no solo puntual, sino mantenido en el tiempo y que el sistema nervioso cerebral crezca y se desarrolle en un caldo de cultivo distorsionado provocado por el alcohol u otras drogas. Pues bien, eso es lo que sucede, un estrés mantenido y gratuito para el órgano más complejo que existe en la naturaleza, que en caso de los jóvenes está en proceso de desarrollo y para el que hoy por hoy no existe sustitución o trasplante posible.
¿Cómo debe abordarse un caso de consumo de alcohol en menores, para evitar consecuencias «peores», como las que hemos visto recientemente en los informativos?
El abordaje de esta problemática es multidimensional, y debe venir de campañas de promoción de la salud y la prevención que integre a diferentes profesionales y cuyo entorno de actuación vendría en las escuelas y en las casas para generar un mayor conocimiento y concienciación por parte de todos que se tradujera a largo plazo a un cambio cultural respecto al consumos de alcohol y las adiciones en general fomentando la comunicación de los familiares hacia sus hijos y entrenándolos en la toma de decisiones responsable.
Otras áreas de mejora que facilitarían este trabajo serían cambios en la legislación, adecuar la permisividad de acceso a alcohol a los tiempos actuales y los patrones de consumo del menor que se objetivan cada día, así como facilitar un entornos sociales que fomenten alternativas saludables de relación y de ocio.