«Accidentes drogados», un 22% de los automovilistas valencianos: «reconoce haber conducido bajo la influencia del alcohol o las drogas, sin permiso de conducir o a más de 200 km/h en una autopista»
El consumo de drogas al volante se ha cobrado recientemente la vida de dos mujeres y dos hombres en Chiva, Valencia y Oliva en tres accidentes de tráfico. Un camionero que cuadruplicaba la tasa de alcohol permitida, al volante de un vehículo cisterna, arrolló a varios turismos detenidos en una retención, causando la muerte de una joven de 29 años. Seis días después, un conductor ebrio que además dio positivo en cocaína se saltó un semáforo en Valencia y embistió una furgoneta en la que viajaba una pareja de 34 años. La copiloto murió en el acto. El terrible balance se cierra con el dramático suceso en el que un pelotón de ciclistas aficionados fue arrollado por una conductora borracha y drogada que mató a dos de los ciclistas e hirió de gravedad a otros tres en Oliva, cuando volvía de fiesta.
Quizás no sea casualidad que justo unos días atrás un estudio de la Fundación Línea Directa (Las Provincias, 1/5/2017) revelaba que un 22% de los automovilistas valencianos “reconoce haber conducido bajo la influencia del alcohol o las drogas, sin permiso de conducir o a más de 200 km/h en una autopista”. Ese mismo estudio afirma que en la Comunidad Valenciana las sentencias judiciales relacionadas con delitos viales son mayoría, con diferencia, por conducir bajo los efectos del alcohol u otras drogas.
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El consumo de drogas al volante sigue siendo visto por muchos conductores como un riesgo menor, que creen erróneamente que pueden controlar. Esa sensación de seguridad, de hecho, puede ser un signo propio del consumo de drogas, que genera una percepción de excesiva confianza y control.
Pero hay casos en los que incluso el propio consumidor considera que el consumo de drogas “mejora” su capacidad de concentración y en general su manejo al volante. Cuando se dan estos casos, podemos estar casi seguros de que la adicción se encuentra fuertemente establecida en ese consumidor, hasta tal extremo que necesita un determinado nivel de consumo para funcionar con normalidad, lo cual tampoco implica que su forma de conducir sea segura. Las drogas alteran la conciencia (del espacio o del tiempo, por ejemplo), distorsionan las sensaciones, los recuerdos y la toma de decisiones, y cuando sus efectos pasan, pueden dar lugar a reacciones físicas y psicológicas que impidan conducir con seguridad o puedan llegar a causar accidentes de tráfico.